
Como ya hemos comentado, el ajedrez es una batalla entre dos ejercitos,
pero ¿quién elije cada bando?
¿Qué jugador maneja al equipo blanco y
quién al negro? Quizás esta pregunta pueda parecer innecesaria, ya que
ambos bandos tienen las mismas piezas, pero si se sabe que el primer
equipo que mueve es el color blanco, la cosa cambia, ya que empezar
moviendo es una gran ventaja.
Para que no haya discusiones, esta decisión se deja en manos del
azar,
para ello uno de los jugadores coge un peón de cada color y esconde uno
en cada mano, sin que el otro jugador lo sepa, para a conitnuación
mostrarle ambas manos cerradas, con un peón en cada mano, el otro
jugador elige una mano y el color del peón que esté en esa mano será el
color del "ejercito" que controlo, y el color que queda en la otra mano
el "ejercito" del otro jugador.
Una vez elegidos los dos bandos y quién controla cada uno de ellos es momento de comenzar la partida, respetando siempre al rival, se gane o se pierda, y comprendiendo que lo más importante de todo es divertirse y aprender jugando, nunca pierdas la compostura y piensa con calma cada movimiento.
Un buen consejo que te da
Don Gato y que no debes olvidar, es que normalmente en el ajedrez, quién domina el centro del tablero, domina el campo de batalla y con ello tiene más cerca la victoria.
Un buen jugador de ajedrez no solo piensa en los movimientos que va a realizar él, sino también en los que va a realizar el contrario, pero no solamente el movimiento siguiente, sino todos los que van encadenados, uno detrás de otro, siendo capaz de variar su estrategia según se van desenvolviendo la contienda. Por lo que es muy importante ver todo el tablero entero, todas las piezas que ahí en él y todos los cuadros que defienden y atacan cada una de ellas, nunca puedes quedarte mirando una única pieza, u obstinarte con acabar con otra, ya que quizás el hecho de comer una pieza llegue a ser tu perdición, o que estás tan concentrado en tu estrategia que te olvidas de la del contrario, y acabas perdiendo una partida que pensabas que tenías ganada.